Patriarcado es una palabra que se escucha con más frecuencia en estos dÃas. La denominada "Ola feminista" ha señalado y evidenciado las innumerables vulneraciones que han sufrido y sufren las mujeres en la actualidad, y los gritos y consignas en las marchas hacen resonar cada vez más fuerte esa palabra: Patriarcado.
Si bien es un concepto que la antropologÃa elabora en torno a la constitución de las sociedades, incluso es posible apreciar esta distribución en momentos primitivos. Es posible definir patriarcado como un sistema jurÃdico polÃtico donde la autoridad y los derechos sobre los bienes y las personas obedecen a una regla de filiación patrilineal, es decir, la autoridad está atravesada por lazos genealógicos en torno a la figura del padre.
En tiempos anteriores, el poder del padre era otorgado por la iglesia a través de una soberanÃa divina, lo que permitÃa conformar un tipo de familia en función de la cual la mujer se encontraba relegada. La caÃda de las monarquÃas traerÃa como efecto la reconfiguración del sistema familiar, otorgándole un lugar elemental a la mujer.
Si bien se pensaba que tras el advenimiento de las monarquÃas caerÃa el sistema patriarcal, este evento produce en el siglo XIX una nueva organización de esta soberanÃa (1).
La familia occidental, que acarreaba desde tiempos remotos la soberanÃa del padre, a comienzos del siglo XIX comienza a presenciar la irrupción de lo femenino. La clase burguesa y el capitalismo le otorgaron una posición "esencial" a la mujer producto de la reconfiguración social: la familia es la unidad básica de la sociedad, y por tanto, los agentes reproductivos adquieren un carácter crucial en su proliferación. Por lo demás, el sistema patriarcal ya no se podÃa justificar en función de Dios, sino que debÃa de ajustarse a las contingencias del capitalismo, en donde más que parecerse a un soberano divino, el padre se instituÃa como una autoridad económica; él era el agente productor de riquezas, lo cual le otorgaba una posición de poder dentro de la sociedad.
De todos modos, esta posición "esencial" que adquiere la mujer en la sociedad burguesa es meramente instrumental. Es acá donde, una vez más, el sistema adquiere tintes perversos para la mujer, puesto que el cruce del capitalismo con el patriarcado tiene como producto una determinada posición para ella: la posición de madre. Dado que el "trabajo doméstico", pensado como el trabajo reproductivo, es un trabajo que no produce mercancÃas en sà mismo, y en vista de que el sistema capitalista promueve como ética la producción de riquezas y acumulación de mercancÃas, la mujer queda relegada al sótano del hogar. El trabajo doméstico aportaba riquezas más bien sociales, las cuales hasta entonces no se transarÃan en el mercado (2). Tal como lo dirÃa F. Engels, las mujeres son el proletariado del hombre (3) y, en gran parte de los casos, la mujer termina siendo el proletariado del proletariado.
Pero en esa época no solo se discutÃa sobre la reconfiguración familiar, el Pater familia y su evidente patriarcado, sino si éste sistema de soberanÃa a través del padre traÃa mayores beneficios que el matriarcado. Existen quienes pensaban que el patriarcado resultaba mejor en vista de que sino se quedarÃa a la suerte de la dictadura femenina, la cual podrÃa tornarse "más irracional y más salvaje" (4). En este sentido, otorgarle la posición de madre a las mujeres resultaba más bien una solución, de lo contrario se podrÃa haber abierto la puerta de la feminidad, del deseo y, más problemáticamente, del goce femenino. La imagen de la feminidad como salvaje, bárbara e irracional termina por socavar las pretensiones de liberación femenina para la época. Y es que la feminización del cuerpo social ataca directamente las raÃces del patriarcado, expone sus faltas, sobre las cuales el padre no quiere saber nada.
Hoy las cosas son distintas. Presenciamos la época de la caÃda del padre, y el ferviente temor de que la sociedad comience a cambiar las estructuras conservadoras que se han arrastrado desde tiempos ancestrales.
¿No existe la función simbólica del padre o no opera como antes?
Lo que si está claro es que el patriarcado, desde la ausencia de un padre divino, ha comenzado a perder poder in crescendo. De a poco el hombre fue perdiendo el control de los cuerpos femeninos, sobre todo cuando las mujeres en el siglo XX adquieren la totalidad de procesos de procreación, prescindiendo de la voluntad de los hombres. Sumada a la creciente participación en polÃtica y otros estamentos que promueven el ejercicio del poder, la mujer actual pone en jaque la posición del hombre: Si la mujer no solo es quien realiza el trabajo doméstico, sino que además genera riquezas con labores similares a las de los hombres, la posición del hombre se torna cada vez más cuestionable, al menos en términos económicos y polÃticos. Por lo pronto, aumentan el numero de presidentes y mandatarios en los paÃses, sin que aún se cumpla la fantasÃa de Bachofen sobre el caos de la sociedad producto del goce sin limites al cual accede la posición femenina.
Citas:
1. Roudinesco, Elizabeth (2002). La irrupción de lo femenino en La familia en desorden. FCE. México.
2. Agradezco a las expositoras del conversatorio sobre Marx y Feminismo, llevado a cabo en la Universidad Alberto Hurtado en el marco de los "200 años del nacimiento de Karl Marx". Extraje las ideas de ese párrafo a partir de esa situación.
3. Engels Friedrich (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Madrid. Fundamentos.
4. Roudinesco, Elizabeth (2002). Las mujeres tienen un sexo en La familia en desorden. FCE. México.