top of page
Buscar
  • Foto del escritorMatias Villalobos

¿Por qué los cuerpos masculinos son invisibles?

En el verano, los cuerpos desnudos de los hombres están por todos lados, pero nadie los ve, Al contrario, el de las mujeres es siempre objeto de comentarios incluso bajo doce capas de ropa, destaca Maïa Mazaurette, quien invita a los hombres a reflexionar sobre su propia erotización.




Los cuerpos de las mujeres habían merecido su tregua estival, pero obviamente, el sexismo no se toma vacaciones, y se beneficia del hashtag #JeSuisCute para ponerse en terraza. Recordemos los hechos: la modelo erótica Manny Koshka ironizaba la semana pasada con “la policía de las costumbres de Twitter”- designando que los usuarios improvisaban la moral paterna ante la mas mínima selfie femenina vagamente desnuda, y donde las recomendaciones iban desde el paternalismo (“Te arrepentirás más tarde) a la mojigatería (“estas mostrando demasiado”) pasando por la protección de los menores (“los niños podrían ver tus senos”). Los propósitos de Manny Koshka han sido reemplazados por los de otras mujeres, quienes han recordado evidencias en apoyo a que sus cuerpos les pertenecen, e que ellas tienen el derecho de mostrarlos. La policía de las costumbres en cuestión no ha tardado en reaparecer: “vístete (rhabille-toi)”, “eres una puta” y otros nombres de pájaros...


Pero mientras que Twitter se siente herido, los hombres exhiben sus torsos en la playa, en los deportes, en la calle, en el supermercado, en festivales, e incluso en las redes sociales. Muestran sus nalgas en público, para provocar o bromear. Dibujan penes sobre los muros de los bares. Gracias a las hormonas/sobrepeso/hinchazón, algunos de estos hombres tienen senos. Todos poseen pezones. Estos reparadores (rhabilleurs) de mujeres no son los últimos en enviar fotos de su sexo a desconocidos (un cuarto de los hombres-millennials han ya enviado una dick pic, y más de la mitad de las mujeres en esta generación han recibido una, según el instituto Yougov en 2017.



Cuerpos masculinos exhibidos pero invisibles

Hay entonces un doble peso, doble medida: estamos cercados de cuerpos masculinos exhibidos y, sin embargo, invisibles, mientras que el de las mujeres es siempre visible, siempre objeto de comentarios, incluso bajo doce capas de ropa. Esta disonancia cognitiva gangrena las reglas de uso de las redes sociales (como Instagram, que considera el pezón femenino como el único problema), nuestras percepciones culturales (de las mujeres como musas, de los hombres como artistas) y nuestras interacciones más banales (se les carga a los hombres que no ven su propio cuerpo en el espacio público, ni el de otros machos). Y cuando los trans interfieren las reglas del juego, evidentemente, se salta al techo.

¿A qué se debe esta ceguera selectiva? La primera razón tiene a la homofobia interiorizada. Nuestros códigos contemporáneos consideran la seducción como perteneciente a las mujeres, por derecho natural. El arte de agradar constituye su propia producción estética exclusiva - sus pinturas, sus películas, sus nichos culturales. Así es que todos los hombres que se atribuyen estas competencias “femeninas” corren el riesgo de ser asimilados a una mujer, lo que hará de ellos matemáticamente un homosexual (si este atajo les parece extraño, bienvenidos al club).

Este juicio se aplica con la misma severidad a los hombres que buscan seducir a las mujeres con su cuerpo. Nos burlamos de los “chicos bonitos” adeptos a los códigos ultraviriles (grandes músculos y tatuajes) porque como todos saben, los verdaderos machos se contentan con seducir a través de su glorioso intelecto. El conocimiento tradicionalmente femenino se le llama “frivolidad”, para delimitar el campo de conocimiento legítimo. El desfile amoroso es una cosa de chicas.



No someterse al deseo femenino

Este constante llamado al orden trae sus frutos: Los hombres implícitamente eligen someterse a los códigos masculinos más que al deseo femenino, dejando perder oportunidades sentimentales y sexuales. Falta de medios psíquicos para ponerse en valor, algunos terminan por justificar el acoso (no habría otro medio de atraer la atención de las mujeres). Y en falta de luchadores y de transmisión, las competencias estéticas masculinas son limitadas: las calles son grises, las ropas aburridas. Ni siquiera lo intentamos.


Porque en este imaginario masculino curiosamente pasivo, los bonitos tienen suerte, los feos no. Es la naturaleza. Nada que hacer. Los menos favorecidos se burlan con amargura de los más afortunados, como los “Incels” (Célibes involuntarios) que llaman a los hombres guapos “Chads”. La tradición femenina, al contrario, considera la genética como el comienzo de la conversación. Las mujeres pueden (deben) siempre hacer algo para mejorarse (dejar de gastar fortunas para pasar al billar).

Esta actitud reposa sobre otra construcción intelectual. La idea que la partida estaría perdida de antemano porque las mujeres con el sexo bonito, mientras que los hombres serían feos y/o graciosos (¿que más chistoso que mostrar su pene?). En consecuencia de esto toda seducción física es inútil. El French Lover está muerto, jamás existió fuera de la literatura. El cuerpo masculino sería a propósito menos erótico que el de las mujeres, menos loco, no importarían las apariencias masculinas. Cómo lo demuestra su consumo de porno gay, de boy bands, o de películas con Brad Pitt?


Esta des-encarnación de los hombres no viene del simple problema teórico: se trata de una negación cotidiana, repetitiva, agotadora, del deseo femenino, considerado como “misterioso”. El misterio tiene buen reverso! Esta indiferencia de sí mismo regresa aparte contra sus instigadores. Ella es al menos parcialmente responsable de los crashs de libido: en ausencia de autoerotización de maridos, amantes, novias, nada va a reemplazar la pasión sexual de los inicios cuando está sin aliento. Sin embargo no se puede pedir los resultados del deseo sin suscitar el deseo, del mismo modo como no se puede reclamar más interacciones carnales sin considerar su propia carne. Estos cuerpos uniformes producen fatigas lógicas, círculos viciosos destructores (por qué molestarse cuando su cónyuge no hace ningún esfuerzo?)


En la cúspide de la paradoja, se ha escuchado durante las altas horas del movimiento #MeToo a los hombres quejarse… de no ser suficientemente erotizados: “Me encantaría que me acosaran” ( a quienes han pronunciado o pensado esta frase: les garantizo que no). Así es que, la pereza masculina sería de hecho la falta de mujeres (aaaah). Francamente? no. Incluso si las mujeres pudieran efectivamente investir más seriamente el campo de la erotización de los hombres (por el arte, principalmente). es a los hombres [que les corresponde] hacer existir sus cuerpos en el espacio público. Es a los hombres [que les corresponde] de resistir contra una forma de sexismo que sabotea su confianza, sus oportunidades y su libre individualidad. El momento está escogido perfectamente para empezar esta revolución. Hay espacio al lado de los defensores del #JeSuisCute y además, hay buen clima.



Columna escrita por Maïa Mazaurette

Traducción hecha por Matías Villalobos.

Extraído de:

https://www.lemonde.fr/m-perso/article/2018/08/05/pourquoi-les-corps-masculins-sont-ils-invisibles_5339508_4497916.html



85 visualizaciones0 comentarios
bottom of page