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  • Foto del escritorMatias Villalobos

¿Por qué ir al psicoanalista? - El tiempo es relativo.

Por qué escoger un psicoanalista para iniciar un proceso terapéutico, en una época donde la psicofarmacología se ha vuelto tan popular.



1. El minutero corre y corre:


Prestissimo

Nada de esperar, los resultados deben venir de inmediato. La sociedad en el siglo XXI está marcada, en términos médicos, por las etiquetas patológicas ("soy depresivo" o "eres bipolar"), el menosprecio hacia estas categorías ("ya estas deprimido otra vez, ¿cómo puede ser tanto?"), y la prisa.

Pero, ¿prisa de qué? ¿cuál es realmente la urgencia de curarse?


No siempre es una exigencia subjetiva, sino más bien una exigencia social. Y es que el modelo económico neoliberal, reinante en la época actual, exige al sujeto mantenerse curado, listo y dispuesto para inmiscuirse en la cadena productiva. Esta vorágine que lleva de nombre capitalismo (producir por producir, sin un fin claro y concreto), necesita de sujetos compuestos que puedan contribuir al modelo. Y no solamente al modelo, pues si el sujeto no produce, ¿quién llevará el pan a la casa?


Por tanto, sujetos enfermos no sirven.

Prisa.


Vivace

Entonces, no hay tiempo para enfermarse. Las empresas despiden (o no contratan) a personas enfermas, en vista de su incapacidad de producir. Se construye así, de manera implícita, la concepción del sujeto enfermo como "menos que" el resto.

Y marcar que, cuando se dice "menos que el resto" no es solo para las empresas, no es solo para el Otro laboral, sino también pueden ser cercanos, amigos, compañeros, el Otro familiar. Es ese núcleo cercano que, por lo general, suscita mayor sufrimiento para el sujeto.

Es necesario entonces mejorarse, encausar rumbo, enderezarse, como un árbol que creció ajeno a un tutor. Cualquiera que no crece bajo el alero del modelo capitalista se puede considerar como desvalido, como desviado. Después de todo, si a los 30 años no tienes un bonito matrimonio y un trabajo estable, ¿quién eres?


Por tanto, sujetos desviados no sirven.

Prisa. Trabajo.


Allegretto

Avenida Keynes, casi llegando a la calle Pinel

Es ahí donde se produce ese curioso cruce entre el capitalismo y la ciencia. Cruce sin duda no azaroso, puesto que el capitalismo se justifica en la ciencia y ese porvenir de un futuro mejor. El capitalismo le tendió la mano a la ciencia, que por entonces yacía casi noqueada. Así comienza una historia en donde dos medias naranjas caminan juntos, de la mano, hacia un horizonte tan próspero.

¿sabrán que la tierra es cuadrada?


Este bello matrimonio no dejará indiferente ni a la psicología, ni a la psiquiatría, ni a la medicina en general, puesto que el desarrollo del binomio capitalismo-ciencia en el siglo XX tendrá repercusiones en la clínica. Justamente, el auge de un modelo económico obligado a producir para mantener la rueda girando hará uso de una de las armas más poderosas creadas por la ciencia: la farmacología.

¡sonrisa en la cara del neoliberalismo! Se ha encontrado un método para enderezar a los enfermos, de manera rápida y sencilla, para volver a incluirlos dentro del ciclo productivo.

Pequeña, compacta y portátil, la pastilla es la solución para un sujeto constreñido por el imperativo de producción. Más quien la consume no necesita detenerse para mejorarse y producir, solo basta con tomarla una o dos veces al día según la dosis y ya.

¡puede mejorarse mientras produce!


Prisa. Trabajo. Producción.


Moderato

Entonces no hay tiempo que perder (porque lo que esta en juego es esto, ganar o perder). Por lo tanto, ¿a quién acudir?

Psiquiatras y psicólogos basados en la expertiz neurocientífica. El capitalismo ha encumbrado hacia el zenit social a la figura del "experto" (que no es experto sino porque "según unos estudios..."). Entonces el paciente obtiene su ansiolítico, antidepresivo, u otro (sea cual sea el diagnóstico clínico), y se le comenta que el "duelo patológico" que presenta ha causado una alteración neuroquímica en su cerebro, y basta con esta pastilla un par de veces al día por unas cuantas semanas y todo estará bien.


Para ser justo, gran parte de los psiquiatras también prescriben, además de fármacos, asistir a un psicólogo con el cual poder desarrollar un proceso terapéutico, pero es que eso toma mucho tiempo, y dinero, y hay que además pensar en lo que a uno le ocurre, ¿no es eso terrible? mejor un par de pastillas y seguimos en la rueda.

Entonces se consume la pastilla con cierta regularidad y, si las contingencias en la vida de ese sujeto lo permiten, el problema por el cual consultaba queda desplazado por otras actividades... Hasta nuevo aviso.



2. El tiempo es relativo


Andante

Todos tenemos ese amigo que siempre hace las mismas cosas, o se encuentra en las mismas situaciones, y que si bien lo hacen sufrir, de todos modos lo hace. Y la gente se pregunta, ¿bueno, le gustará sufrir entonces?

Es curioso, esas cosas siempre le pasan al otro, a un amigo, a un conocido, pero a uno mismo no. Sin duda es más fácil ver la repetición en el otro que en uno mismo. Es menos doloroso también.

La repetición es un concepto que destaca Freud, dando cuenta que esa repetición tiene una razón de ser, no es al azar. Es algo que insiste una y otra vez, un fenómeno ante el cual los fármacos se quedan perplejos. Si las pastillas tenían el objetivo de curar de manera inmediata, ¿por qué vuelve a ocurrir de nuevo lo mismo?


La prisa, la desviación, la producción; por tanto, los fármacos. El efecto que esto tiene es que el sujeto nunca se da el tiempo de detenerse, y preguntarse: ¿por qué me ocurre esto? Todo ocurre muy rápido, y es mejor dejarlo pasar... una y otra vez.


Adagio

El psicoanálisis se inserta como un elemento disidente a lo que ha sido mencionado anteriormente. Es justamente una invitación a detenerse un momento de la vorágine que propone la sociedad, una invitación a pensarse a sí mismo, y el por qué de lo que le ocurre al sujeto. Es un momento de pausa, de comenzar a trabajar al ritmo del sujeto mismo, no al ritmo de la sociedad.

La apuesta del psicoanálisis es señalar que la pulsión está detrás de cada repetición, y que aunque existan etiquetas patológicas para categorizar el malestar, siempre hay algo muy subjetivo en el malestar de cada uno, hay algo muy propio.

Sin duda, en muchos casos los fármacos son de gran ayuda en el tratamiento de un paciente, pero estos no pueden sustituir la terapia. más bien deben servir como un complemento que le permita hablar al sujeto, puesto que el psicoanálisis es eso, una cura a través de la palabra.


El psicoanálisis es un momento de trabajar, pero ya no al servicio de la sociedad, sino al servicio del sujeto mismo. Es un momento que permite producir una verdad, que solo es tal para el sujeto que la sufre. El psicoanálisis está ahí para mostrar que esa prisa propuesta por la sociedad tiene efectos distintos en cada uno, porque si el tiempo es relativo, justamente lo es puesto que es relativo para cada sujeto. Por eso no es posible determinar con antelación cuánto durará un proceso analítico, ya que los estándares (8 o 10 sesiones, u 6 meses o 2 años) resultan ser lo opuesto a la temporalidad subjetiva de cada uno; los estándares no son sino una forma de normar e igualar tu malestar con el mío, cuando en el fondo no pueden ser más distintos.




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